Sembrar la memoria…
No acabo de entender los mecanismos del azar, sin embargo, quizá para compensar esta carencia, me entretengo intentando reconocer las huellas del recorrido.
A los 80 años de su nacimiento, en agosto del 2008, estamos inaugurando en el CCEBA una muestra de Edgardo Antonio Vigo que regresará después a su ciudad y se extenderá, más tarde, a Rosario y Córdoba.
Este anuncio podría parecer una acción más de una gestión cultural que intenta, entre otros objetivos, acompañar los intereses de la comunidad cultural de un país que quiere subrayar y recuperar su patrimonio cultural y, qué mejor que hacerlo a través de una figura tan compleja y rica como Vigo, y es cierto, esto es. Cuando Mario Gradowczyk me propuso que nos implicáramos de nuevo en otra aventura expositiva, esta vez con Vigo como protagonista, no surgió ninguna duda. Cuando Ana María Gualtieri nos recibió con su equipo en La Plata y nos sentamos a ver las obras sobre las que íbamos a trabajar y pude recorrer con mis propias manos esa inmensidad de memoria acumulada, esa obsesión por el documento, esa genialidad en la traducción y en la interpretación, esa permanente invención del detalle, esa saturación de juegos, de ironía, de lucidez, esos kilos y kilos de papel, de trabajo, de rastros de una cabeza tan abarcadora y lúcida que daba vértigo imaginar, el problema fue cómo despegarme de esa mesa donde se iban acumulando cajas y cajas y a pesar de ello, mi mirada ansiosa no dejaba de pedir una más, todavía una más. Afortunadamente yo no era la curadora y ese día el proyecto se convirtió en una realidad.
Sin embargo en el 2007, Vigo había estado presente, por los artículos y las actividades que recordaban los diez años de su muerte, pero también porque invitamos al CCEBA a Ramón Dach a dar una conferencia sobre “Estructura fractal y otras poéticas no lineales” y la obra de Vigo se convirtió en una conversación recurrente durante su estancia aquí.
Sin embargo en el 2006, cuando apoyamos la exposición de Joan Brossa, desde Barcelona al nuevo mundo en el Centro Cultural Recoleta, sus curadores Gloria Bordons y Sergio González Valenzuela trabajaron sobre las conexiones Vigo-Brossa y proyectamos, pensamos, dimos vueltas a la idea de hacer una muestra alrededor de ese vínculo.
Sin embargo en el 2005, cuando la Asociación Vórtice nos presentó su proyecto de edición de El arte correo en Argentina y pudimos hacerlo realidad, la obra de Vigo por supuesto estuvo allí.
Sin embargo en el 2004, recién comenzado el año, llegué para instalarme por un tiempo en Buenos Aires y uno de los primeros lugares que visité fue el Espacio Telefónica, ahí estaba Edgardo Antonio Vigo y ahí comenzó todo… o quizá antes, mucho antes. “…para que no crezca el olvido”
Lidia Blanco
Directora
CCEBA
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